Las estadísticas son prueba, de que no hay más violencia en la salud mental que en la sociedad general.
No por tener un trastorno uno va a ser un asesino o un agresor. Pero no se ha de comparar hacer daño en certeza de realidad, a hacer algún daño delirando por padecimiento mental, por ser este último hecho sin control ni decisión, por ser parte de una “catarsis” del alma ante el dolor psíquico, que a su vez procede del empuje de otros seres hacia la fatal inestabilidad de la voluntad, siendo un escape desde el miedo y la trama de desvío para transcender el sufrimiento descomunal. ¿¡Pasa…!? ¡Sí! Pero es un desenlace, provocado por la turbulencia aterradora que domina al ser hacia su propia fatalidad, esa que la mayor parte de las veces no deja al individuo regresar, ni a ser feliz ni a poder volverse a sanar; pues puede a ver sido algo que jamás se podrá superar, aun habiendo sido sin “control” decidido o meditado, como es en el otro lado, ese de la sociedad que se cree que somos un ¡peligro! constante/criminalizado.