Tienes esa risa no aprendida que nunca termina y siempre acaba bien.
Me regalaste un corazón que no sabe latir a escondidas al que le gusta vivir tranquilo sin ofender,
Recuerdo todos los cuentos de nanas que me contabas cuando sólo era aquel niño que se imaginaba que ya era grande sin ser.
Tú eres el saber estar sin que me falte nada y ese escalofrío que con alegría me ayudó a crecer.
Súbete otra vez a la noria conmigo que a mí sólo no me dejan ponerme de pie.
Susúrrame despacio y en voz alta al oído las cosas que de ti tanto necesito aprender,
Levántame en alto la cabeza para que me puedan ver bien que a veces me miro demasiado el ombligo y se me olvidan los pies.
Voy a quitar las flores de la mesa para poner el mantel y a colocar bien las sillas que ya no se esperar las ganas de comer.
Enciendo todas las luces de la cocina para ver si me miras y me dices si todo va bien.
Qué ya empiezo a sentirte cerca y que estamos juntos coloreando este nuevo dibujo que tengo pintado en la piel. Enséñame cómo se vive de bien allí arriba para que se lo cuente a la luna cada noche otra vez.