Siento el pesar del camino,
Y el vago ritmo de mis piernas,
Huérfanos se van quedando mis pasos,
Que hasta de pie se van cansando y cansando.
Recia se aparta la hierba,
Dejando atrás el destino.
No hay pesares en el oeste que cambien mi dulce destino,
Ni razones suficientes que me nublen mis sentidos.
Oigo el susurro de las blancas golondrinas,
Que regresan también a sus nidos,
El viento acaricia mi cara,
Me empuja de vuelta otra vez hacia mi casa.
Creo que siempre hay un camino,
Donde poder perderse.