Son milagros que yo no entiendo,
tus besos tiernos de azafrán,
son de lunares negros pintados los abrazos que me das,
brillantes aunque esté lloviendo me sujetan,
libres como las nubes blancas que se van.
Suave se derrama otra caricia,
que de entre mis dedos se resbala,
como la fresca sonrisa del mar.
Vuela bajo el sol de poniente en poniente,
bien lo sabe el espantapájaros que en la veda manda más,
canta el gallo en alto con voz exquisita y lucero ademán
cuando la mañana despierta y la noche casi con prisas se va.