Mariona no puede dormir.
Mira el reloj del Echo Show de Alexa situado enfrente de su cama.
Son las 5:30 de la madrugada.
Decide levantarse, aunque su amado Manu, con quien finalmente vive en paz y armonía, no le deje incorporarse, estirándole el brazo, para que vuelva a la calidez de entre sus brazos en la comodidad de la cama.
Mariona sonríe para sí misma.
Realmente ahora sabe lo que la hace más feliz: sentir que tiene a alguien que la apoya.
Mariona podía decir con total Seguridad que las pequeñas confesiones de amor diarias entre ellos, como un “Te amo”, eran palabras de verdad, sentidas con el corazón y no vagas expresiones que se dicen por costumbre.
Con la habitación a oscuras, Mariona busca la luz con sus ojos.
Sale de la habitación y no sabe qué hacer. Mientras se rasca la cabeza, desperezándose, sale al balcón a mirar cómo están sus plantas.
El viento del norte sopla como si fueran caricias algo brutas.
A Mariona le encantaba dar amor, abrazar a sus seres queridos sin ningún atisbo de vergüenza.
Alguna vez alguien le había dicho que ella era como un koala agarrada al tronco de un eucalipto.
No juzgaba a los demás por su forma de ser.
Solo sabía amar.
Mariona piensa en ello mientras riega las plantas.
Siempre ha sido muy solícita con los demás, dispuesta a todo para conseguir la aprobación y el cariño de quien la rodeaba.
Al haber crecido en un ambiente poco convencional, se había desarrollado sin saber lo que era un cariño sano y verdadero, ya que, al no encontrarlo en casa, lo buscaba fuera.
De esa manera, pensando más profundamente, Mariona cayó en la cuenta de que los abusos sufridos, sin que sirvan de justificación alguna, los había facilitado su carácter vulnerable.
Porque la falta de cariño hacía que necesitase ser aceptada por sus amigos o compañeros de clase y hacer cualquier cosa por recibir algo de atención.
Después, con las amenazas posteriores todo cambió; Mariona empezó a vomitar para no asistir a clase y cayó en el vacío absoluto de la incomprensión a su alrededor.
Mirando al cielo, Mariona pensaba en todo lo superado.
En lo que había conseguido al haber cambiado de ambiente, viviendo en el pisito de sus sueños con una pareja que la entendía más que ella misma.
Con los ojos brillantes piensa sobre lo que está por venir: muchos sueños que cumplir.
Mientras, el sol se levanta.