Ni dioses ni demonios

Nunca hubo paraísos donde reír o llorar,
Sólo voces escuchando voces,
Nunca fuimos siempre los mismos,
Pero que importa ya sí nos pasó así.

Somos el reflejo de una flor salvaje que nace de madrugada,
Detrás de los naranjos y los limoneros jóvenes,
Creemos en la tierra que amamos donde queremos vivir,
Tememos a las estrellas, pero las queremos seguir.

Nuestros corazones se quieren abrazar juntos y alegres,
Antes mucho antes de los días fueron los sueños de las piedras que soñaron llegar aquí,
Miramos celosos a las montañas desde donde la nieve cae despacio,
Nos enfadamos cuando somos tan débiles como la lluvia.

Las voces que nos hablan en las noches más mágicas,
Son los presentimientos de los espíritus que se reúnen sin esconderse,
Entre los árboles del bosque murmura la fina y tímida lluvia,
Que cae sobre la hierba verde donde los rayos de sol sonríen al despertarse.

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