Vamos a contar mentiras
Dicen de Mariona que es mentirosa.
Que solo busca llamar la atención.
Siente un dolor horrible en el pecho, en el estómago y hasta vomita encima de la mesa de clase.
Todo el mundo lo ve, pero nadie la cree.
Hasta la obligan a ir acompañada al lavabo para ver si realmente tiene vómitos, con solo 6 años.
Su madre insiste en creer que su hija está perfectamente y la lleva al médico convencida de algo pasa en su estómago.
Pruebas de contraste negativas.
Todo es psicológico, le dicen.
Pero su madre no lo quería entender.
Entonces llega la normalización de la situación.
Mariona se ve obligada a mentir de verdad.
A esconder su realidad para no ser más apartada. Se hace transparente para no resaltar. Procura tener amistades, pero las justas.
Y asume que debe tragar y tragar, en vez de expulsar todo aquello que le hace daño.
Al hacerse más mayor y comprender llega la culpa.
Empieza a hablar, para aliviar esos sentimientos, pero se la trata otra vez de mentirosa.
Aún más adelante hay cosas que no cuadran y llegan las preguntas. Con ellas, las respuestas.
A partir de ahí, la sensación de desprotección, de injusticia. También la comprensión.
Y al final, Mariona era quien no mentía.