Las mujeres a lo largo de los siglos hemos sufrido diferentes tipos de represión y padecido innumerables tipos de violencias.
Desde antaño, la sociedad, ha sido ‘dirigida’ por hombres, que por prejuicios e ideas muy machistas tomaron la determinación de forma colectiva de apartar a la mujer y posicionarla en un 2º plano. Haciéndolos a ellos, protagonistas de los éxitos en cualquier ámbito fuera del hogar.
Mientras tanto, la mujer ha sido recluida y escondida durante mucho tiempo entre 4 paredes, haciéndolas creer que era a través del cuidado del hogar y la crianza de los hijos se iban a realizar como personas, y las mujeres que se revelaban y deseaban aspirar a otro tipo de vida, alejadas del estereotipo de ama de casa eran repudiadas e incluso eran encerradas en sanatorios mentales de la época.
Siempre se nos ha considerado el sexo débil, la mujer, aquel ser delicado, que hay que proteger de los peligros del mundo exterior. Minando su fortaleza y determinación, haciéndola empequeñecerse, y dándole tareas de sirvienta, siempre para hacer ‘sentir bien’ al hombre.
En la historia de la psiquiatría, vemos también los abusos que se han cometido a las mujeres, usando métodos poco éticos como los tocamientos impúdicos para intentar sanar lo que ellos denominaban histeria, un trastorno que sólo afectaba a mujeres, y que se creía que era una enfermedad del útero.
La ‘locura’ ha sido un arma arrojadiza para enfrentar a ambos géneros a lo largo de la historia, tildando a la mujer de débil, depresiva, e incluso psicótica.
Y hablando en un contexto más actual, a la mujer se le ha tratado de medicalizar su estado emocional con psicofármacos.
Siendo la mujer un porcentaje mayor en la actualidad que toman psicofármacos a comparación con el hombre, que tiene más problemas de abuso de tóxicos.
Está claro que desde el inicio de la historia de la psiquiatría la mujer ha sufrido violencias psiquiátricas y el resto de la sociedad ha contribuido, mediante un silencio colectivo.
Si echamos un vistazo de una forma más actual, unos 10 años atrás, vemos que la mujer psiquiatrizada sigue coartada en muchos ámbitos, se creen que sus capacidades son mermadas en el ámbito familiar, cuando una pareja decide emprender formar una familia, si la parte femenina tiene algún problema psiquiátrico, sus capacidades suelen ser cuestionadas, e incluso si su diagnóstico prevalecen ideas psicóticas cuando están en brote, mayormente los profesionales suelen dar el discurso biologicista de que tu futuro hijo no nato, heredará si o si tu misma enfermedad. Añadiéndoles un miedo y una culpa irracional, y muchas veces ese miedo y esa culpa ayuda a que futuras parejas, con grandes capacidades de ser padres no den ese paso de traer una vida al mundo.
Y si hablamos de mujeres que están institucionalizadas, por algún organismo tutelado, no tienen control sobre la toma de decisiones en cosas tan importantes como su propia descendencia. Siendo esterilizadas de forma forzosa. Sufriendo un estado irreversible de por vida, con altas consecuencias para su futuro.
Debemos cambiar la visión biologicista de la psiquiatría que tenemos hoy en día, dar las herramientas adecuadas a las personas que quieren superarse a sí mismas, y eso pasa también por tener un hijo, porque para una persona, en concreto una mujer que es estigmatizada por tener un diagnóstico psiquiátrico, ser madre es romper una barrera, es superarse a sí misma, realizarse a través de un sueño, y ayudar a sentirse capaz de emprender lo que se proponga, y dar vida es una gran capacidad. Aprendamos a escuchar lo que cada usuario necesita, así quizá vosotros, los psiquiatras y profesionales de la salud mental, consigáis ese equilibrio tan necesario dentro de la psiquiatría, escuchando no prohibiendo, acompañando al paciente no dirigiéndolo. Tratándolo mediante terapias cognitivas, no sobre medicando. Así daremos voz a aquellos que nunca tuvieron voz.