Mariona a sus 16 años empezaba a vislumbrar una realidad diferente, una en la que pudiera ser ella misma.
Dueña de sus decisiones, de su vida.
Después de un amor no correspondido, decidió buscar gente con la que compartir sus intereses por internet.
Conoció a muchas chicas interesantes, u otras no tanto.
Como chicas que querían tríos con sus novios.
No daba crédito.
¿Por qué si te gusta alguien de tu mismo sexo ya se debe traducir en algo como sexo superficial?
Ella no encajaba en eso. Ella quería amistades y si surgía, pues algo más, pero nunca algo como de usar y tirar.
Para ella era realmente importante compartir, sentirse ahí para todo.
A esas peticiones respondía con reprimendas y sermones que dejaban muda a más de una.
Pero aparte de eso, encontró gente especial que no la hacían sentir sola.
Entre ellas a Flor.
Su primer gran amor.
Se conocieron en un chat y de ahí pasaron al Messenger.
A Flor le encantaba escribir relatos y leer fanfics, como a Mariona.
Compartían fotos, vídeos, canciones, relatos…
Mariona se sentía muy a gusto con ella, así que le pidió quedar.
Flor bajó un domingo a Girona.
Y en el andén, nada más bajar del tren, Mariona la vio.
Alta, pelo rizado y largo, esbelta y con ojos con pestañas largas.
Sentía como si la conociese de toda la vida.
Y ahí se fundieron en un abrazo y se dieron su primer beso.
No fue nada extraño. Era como un reencuentro entre dos almas que no se hubiesen visto durante mucho tiempo, aunque físicamente nunca se hubiesen conocido.