Castillos en la arena

Arena.

Sol.

Las olas del mar.

Castillos en la arena.

Mariona miraba a Manu entre las sábanas.

Dormía plácidamente.

Su barba y su pelo la volvían loca.

Le venían ganas de comerselo.

Le encantaba jugar con su pelo.

Pero era más valioso verle dormir, descansar.

Mirándole pensaba en todo aquello que vivimos, tanto lo que nos gusta,

lo que nos hace felices, como lo que no y nos enfada o nos pone tristes.

O lo que nos pilla con cara de circunstancias.

Más perdida que «un hijo de puta el día del padre», como diría su sarcástico amado.

Estando con él se veía a si misma por dentro y veía dentro de él.

No veía sus canas ni sus arrugas.

Él veía al niño de los álbumes familiares que guardaban sus padres.

Ese amor de Niño con el que jugaba inocentemente en sueños a construir castillos en una playa enorme, b

ajo un cielo azul soleado y despejado.

Llena de sueños.

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